River gozó en la Bombonera por el 2-1 de Funes Mori en el final e hizo cartón lleno: ganó tras diez años ahí, quedó a uno de la punta y de yapa hunde al rival de toda la vida. Antes Lanzini había puesto el 1-0 y había igualado Riquelme.
La vida es eso que pasa mientras River y Boca juegan un superclásico como el de este domingo. Es River ganando diez años después. Es Boca aplaudido por su gente pese a la derrota. Es un partido de fútbol en el que se respira al 1000% -Bianchi, dixit- y con intensidad -Ramón, ídem-. Es un enjambre de pasiones. Es Lanzini gritando más fuerte que 60.000 mil gargantas. Es Riquelme pateando un tiro libre. Es Funes Mori, sí un Funes Mori, haciendo la señal del chupete en el 2-1. Es un partidazo. Un clásico bien superlativo. Un legítimo superclásico. Un Bombonerazo.
Tuvo que esperar una década River para vivir esto, para soñar ahora sí con el título, para contagiar a sus hinchas que lo veían, escuchaban y sufrían a las afueras La Boca, por cualquier rincón del mundo. Tuvo que aguantar mucho, como las cosas que valen la pena. Se llevó este match para la historia.
Más allá del resultado, hay que decirlo: ni Boca ni River se guardaron una gota de fútbol. Desde el inicio desplegaron un encuentro frontal, directo, ambicioso, a cara descubierta. De uno y otro lado. El primer tiempo fue un reto de boxeo. Cada tres minutos cambiaba el dueño. Un round para Boca, otro para River. Centro de Mercado, cabezazo desviado de Rojas. Riquelme, Gago, Sánchez Miño y le pega mal Martínez en el área chica. Pase ciego de Cavenaghi y Teo no llega. Desborde del Burrito y Gigliotti que se encapricha en poner mal el pie. Y más, y más. Y Riquelme que llega por izquierda.
¿Quién merecía más en ese ida y vuelta? ¿Cuál de los equipos había logrado est6-ablecer más superiodidades? Difícil ponerse de acuerdo. Pensar que hasta el domingo anterior andaban buscando la identidad -no se sabía si era vegetarianos, veganos, carnívoros, ramonistas o bianchistas. Esta vez fueron Boca y River. Uno pegaba con la izquierda con la subida de Insúa. El otro devolvía por la derecha con la carrera de Mercado. Como el fútbol es una manta corta, donde se ataca mucho se marca poco. Cada arranque de Lanzini era una amenaza. Cada intervención de Riquelme, una ilusión. Algunos dicen que puede ser su último clásico. Vaya uno a saber lo que dirá el futuro, pero que lo jugó como si lo fuera, no hay dudas. Cada pase del Lobo Ledesma era un homenaje al baby-
Al clásico le sobraban intensiones pero le faltaban definiciones. Para eso hubo que esperar al entretiempo, a que Ramón -esta vez no dijo "yo no me fui a la b", sino que les pidió a sus amigos de Boca que cantaran más fuerte-. Y enseguida, claro, el que se hizo escuchar fue Lanzini, un pibe que jugó en calidad de 10. El cielo ya se había puesto negro en la Bombonera. Pero el sol, sólo por el fútbol, puede salir de noche.
Juan Román Riquelme rompió el arco iris en un sublime tiro libre. Un golazo... Más ida y vuelta, Todos parecían comprometidos con el clásico. Claro, algunos desafinaban como Gigliotti -que anduvo tan mal como el wi-fi de la Bombonera-. Tampoco estuvo con todos los violines Orion. Y llegó un córner, un anticipo y el 2-1 de Ramiro Funes Mori. Sí, Funes Mori, el mellizo menos pensado.
Pero no es cuestión de andar pensando. Los clásicos se ganan así. Con un poco de cabeza, otro poco de huevo y un 1000% de felicidad.
http://www.ole.com.ar/futbol-primera/Boca-River_0_1111089189.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario