miércoles, 7 de noviembre de 2012

El espanto ante Romney empujó la reelección de Obama

Las encuestas anticipaban una larga noche de conteos, pero los demócratas sumaron uno a uno los estados clave y la elección quedó definida antes de la medianoche de NY. Los trucos republicanos en la forma de votación impidieron una derrota más amplia.


“¡Cuatro años más!” Dependiendo del tono, la consigna con la que un presidente de los Estados Unidos va por su reelección puede ser un grito de guerra o un signo de pesada resignación. “¡Cuatro años más!” Ambos sentimientos, y todos los intermedios, estuvieron anoche en la elección que le dio a Barack Obama un nuevo mandato presidencial. Algo lejos del entusiasmo que generó en el 2008, la energía de sus millones de seguidores fue la necesidad de frenar a cualquier costo el ascenso del Partido Republicano. No tan sólo por derrotar a su candidato Mitt Romney –un conservador levemente moderado, con mucho dinero y escasísimas dotes políticas–, sino sobre todo por frenar al fanatismo con el que su partido abrazó las ideas de ultraderecha y la efectividad con la que acumuló consenso en torno de ellas.
Hacia la medianoche de Nueva York, Obama se imponía cómodamente en el Colegio Electoral con 280 electores (10 más de los necesarios). El presidente no sólo retenía Ohio y Wisconsin (estados que estaban en disputa), sino que los demócratas consolidaban su mayoría en el Senado. Sin embargo, hasta ese momento Romney se imponía en el voto popular, una tendencia que podría revertirse o reducirse con el total de los votos del estado de California. Pero tanto las cadenas de televisión como los propios candidatos dieron la elección por definida cuando se conoció el triunfo de Obama en Ohio: desde 1968, nadie llegó a la presidencia sin ganar en este estado.