Bruselas, Berlín y los mercados dan la espalda a las tesis del primer ministro de Syriza en su discuso de investidura
Velan armas, lanzan avisos, aguardan su momento. Europa y Grecia prepararon este lunes el Eurogrupo y la cumbre de esta semana con la habitual cacofonía de voces ya casi típica de los momentos de más tensión en la crisis del euro. Atenas no se movió y reiteró que no pedirá una extensión del rescate, aunque un portavoz del Ejecutivo aseguró que las únicas líneas rojas de Alexis Tsipras son la imprescindible reestructuración de la deuda y un recorte del superávit primario (antes del pago de intereses), totalmente asumibles para los socios. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, intensificó la presión y advirtió a los griegos de que no deben esperar buenas noticias: Europa no asume las demandas de Tsipras y los suyos.
La Unión es especialista en ese tipo de guirigáis que suelen terminar en un pacto de compromiso, tras una puesta en escena subida de tono que se ha repetido una y otra vez en esta Gran Recesión. El ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, tiró de metáfora en relación a la necesidad de un tercer rescate y aseveró que “lo que se llama medicina es en realidad un veneno, y lo peor es que el doctor lo sabe”. Tsipras apuntó que su programa de Gobierno (basado en cumplir sus promesas de gasto y en solicitar un acuerdo-puente para cubrir el agujero de financiación, que se sitúa entre 10.000 y 20.000 millones) no es rupturista ni un lastre para los europeos y recordó que los rescates anteriores “no fueron un acto de solidaridad con Grecia sino con los bancos del norte de Europa”.
Tsipras tiene buenos argumentos a su favor: la gestión del rescate griego, protagonizada por el Eurogrupo y la troika, ha sido un verdadero desastre. Pero Atenas tiene parte de culpa en esa gestión, y sobre todo en los excesos de los años precrisis. Ambos bandos se agarran a su respectivo relato: Tsipras afirmó este lunes que va a desmantelar el “cruel” programa de austeridad, y el domingo no dudó en solicitar a Alemania, con voz quebrada, reparaciones de guerra. Pero los dirigentes europeos le siguen bajando al suelo a la menor oportunidad. “Europa respetará a Grecia en tanto que Grecia respete a Europa”, dijo Juncker en Alemania. “Grecia no puede dar por supuesto que el estado de ánimo haya cambiado tanto que la eurozona vaya a asumir sin concesiones su programa”.
Alemania y Francia cierran filas con esa posición. Berlín lamentó el “endurecimiento” del tono de Tsipras y acusó a las “élites” griegas de haber “saqueado” el país, según el vicecanciller Sigmar Gabriel. El ministro de Economía francés, Michel Sapin, hizo un llamamiento “a respetar el resultado de las elecciones griegas”, a la vez que Atenas “respeta las reglas europeas”. Ese es el frontón en el que acaba siempre el debate sobre Grecia.
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