Al menos 767 personas del pueblo de El Mozote y otras poblaciones cercanas fueron asesinadas por las fuerzas gubernamentales entre el 11 y el 13 de diciembre de 1981.
Incluso para los dramáticos niveles alcanzados en la guerra civil de El Salvador, esta masacre representó un espantoso episodio. La víctima más joven fue una niña de tan solo tres meses, y la de más edad, un hombre de 105 años.
Antes de ser asesinados, muchos hombres y mujeres fueron sometidos a torturas, incluida violencia sexual, y algunos niños y niñas fueron apuñalados o golpeados hasta causarles la muerte.
Sin embargo, hasta el momento nadie ha sido procesado. Ovidio Gonzales, abogado de una organización de derechos humanos que representa a los familiares de las víctimas y a los supervivientes, ha dicho a Amnistía Internacional que esto ha tenido un efecto psicológico terrible en todos ellos.
"Los supervivientes y los familiares de las víctimas todavía tienen traumas psicológicos, y reviven las imágenes de todo lo que ocurrió aquellos días", ha afirmado.
"Muchos de los que perdieron a sus familiares tienen cicatrices psicológicas. No pueden llorar los restos de sus seres queridos, y tampoco saben dónde encontrarlos. Algunos todavía tienen miedo, y temen que pueda pasarles algo, aunque la guerra ya ha terminado."
En 1993, la ONU publicó un informe en el que se identificaba a muchas de las personas responsables de la masacre. No obstante, una semana después de su publicación, entró en vigor una ley general de amnistía en El Salvador, que protegía a los responsables y negaba la justicia a las víctimas y sus familiares.
Casi dos décadas más tarde, esa ley general de amnistía aún sigue en vigor, a pesar de que el gobierno se ha comprometido públicamente a tomar medidas para revocarla.
Este fin de semana, por primera vez, el gobierno salvadoreño se ha disculpado por la masacre y ha pedido perdón por "la ceguera del Estado que provocó la violencia".
"Es positivo que las autoridades de El Salvador hayan reconocido finalmente la responsabilidad del Estado en este terrible suceso", ha expresado Guadalupe Marengo, directora adjunta del Programa para América de Amnistía Internacional.
"Sin embargo, quienes sobrevivieron a la matanza, y los familiares de las víctimas, no han conseguido que se haga justicia ni han recibido reparación alguna. Las familias necesitan saber qué ocurrió exactamente con sus seres queridos; necesitan que las personas que cometieron estos horribles crímenes rindan cuentas ante los tribunales, y tienen derecho a reparaciones por lo que ellos mismos han sufrido."
Para algunos, el tiempo se está acabando. Los únicos dos testigos que quedaban de la masacre de El Mozote murieron hace poco. Muchos familiares de las víctimas se están haciendo mayores, y temen que no llegarán a saber la verdad ni a lograr que se haga justicia antes de morir.
El Comité de la ONU contra la Tortura y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) consideran que el tormento de estas personas es una forma de tortura.
"Ya es hora de que El Salvador siga el ejemplo de otros países de la zona y revoque sus leyes de amnistía", ha expresado Guadalupe Marengo.
Ovidio Gonzales asegura que las familias no se dan por vencidas. La semana pasada, afirma, un comité de representación de las víctimas de El Mozote se reunió con el presidente Carlos Mauricio Funes. "Le dijeron que quieren que se haga justicia, y que el Estado debe tomar las medidas necesarias para ello."
Alrededor de 75.000 personas murieron durante la guerra civil de El Salvador, que se prolongó desde 1980 hasta 1992. La población del país fue sometida a abusos generalizados de derechos humanos, entre los que se incluyen asesinatos, desapariciones y torturas.
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