Los aparentemente perfectos y eficientes servicios secretos alemanes quedaron inmersos en un mar de dudas, precisamente en un momento en que la canciller Angela Merkel sale triunfante de la reunión de su partido democristiano (CDU) y cuando los datos de la economía son alentadores para el país. Tras la salida a la luz de una célula terrorista nazi que operó durante más de una década en varios puntos del país sin que los súper agentes infiltrados en el entramado de la ultraderecha aportaran alguna información que permitiera su detención y, sobre todo, evitara sus asesinatos. Ayer, el líder del bloque parlamentario de la Unión Cristianodemócrata (CDU), Volker Kauder, pidió que se revise la conveniencia de tener informantes en ese entorno, ya que, si no sirven para nada, se puede prescindir de ellos.
“No necesitamos una herramienta que no nos sirve para nada”, dijo Kauder. También el jefe de la Comisión de Control Parlamentario de los Servicios Secretos, Thomas Oppermann, se mostró a favor de revisar el papel de los informantes. Sin embargo, y ante el cúmulo de evidencias que prueban la ineptitud o connivencia de los agentes con los nazis, el ministro del Interior, Hans-Peter Friedrich, volvió a rechazar la posibilidad de acabar con la tarea que estos realizan. Según Friedrich, renunciar al uso de los infiltrados en las filas del nazismo sería “perder una valiosa fuente de información interna”. Él no cree, como Kauder, que si son cómplices no sirven para nada.
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