Fue una semana tensa, compleja, dura. Muy dura. El gobierno de Sebastián Piñera recibió en menos de siete días dos puñaladas directas al corazón, por más que desde La Moneda se diga que los sondeos no son su principal motivación. La primera estocada llegó temprano, el martes, cuando la encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC) reveló que la desaprobación a la gestión del mandatario se elevó de 41 por ciento a 53 por ciento en seis meses. La segunda, y más filosa aún, se perpetró el jueves, mientras Piñera aterrizaba en México: el influyente y esperado muestreo Adimark indicó que la evaluación a su labor es rechazada por el 60 por ciento de la población, versus un 31 por ciento que la aprueba.
Ambos porcentajes son históricos y, al menos el primero, es el más bajo que recibe un presidente desde que volvió la democracia, en 1990. “El presidente Piñera tiene niveles de desaprobación más altos que el propio Pinochet. Hemos llegado a un nivel brutal. Pinochet era más popular que Piñera”, dijo el presidente del Partido Socialista Osvaldo Andrade, mezclando ironía y preocupación respecto de las cifras logradas por Piñera, que superan los peores registros de Michelle Bachelet, cuando en septiembre de 2007 anotó un 46 por ciento (por la crisis del Transantiago) y Eduardo Frei (45 por ciento de desaprobación en diciembre de 1998, durante la crisis asiática).
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