A una semana de la segunda vuelta, la candidata oficialista Dilma Rousseff y su opositor José Serra centraron su campaña en Río de Janeiro, tercer colegio electoral de Brasil. Como los sondeos dan ganadora a la aspirante del Partido de los Trabajadores (PT), Serra volvió a su estrategia de atacar con denuncias, esta vez, sobre una supuesta red de espionaje vinculada con Rousseff.
El presidente Lula da Silva y la candidata a sucederlo encabezaron ayer una caravana que se prolongó por cerca de dos horas en la zona oeste de Río. A bordo de un vehículo con el techo corredizo, presidente y delfín pasaron por los barrios de Realengo y Bangá, una de las zonas más deprimidas de la capital carioca. “Fue algo maravilloso, ustedes pudieron verlo, esto es algo que me da fuerza, sube una energía que se transmite a todos”, dijo Dilma al finalizar el recorrido por la populosa región de la capital turística.
Por el lado de la campaña del candidato del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), sus seguidores acompañaron la caravana que llevó a Serra al sector de Copacabana, uno de los lugares predilectos de los cariocas para el ocio de los domingos y que fue evitado por el PT para evitar enfrentamientos. Los simpatizantes del socialdemócrata lucieron cascos en señal de protesta contra las agresiones que atribuyen al partido oficialista, aunque en realidad se trata de un recurso que puede tener un efecto boomerang, ya que se comprobó que la denuncia de agresión que hizo Serra era cuanto menos exagerada.
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