martes, 17 de junio de 2014

La obesidad que devora las urbes africanas

Seguidores del equipo de Burkina Faso durante la Copa Africana. (Reuters)
La somalí Halima Adaawe se agarra a su cáliz helado mientras lanza cocodrilos verbales al foso. “¡¿Que esto engorda?! ¡Si sólo es yogur!”.
Adaawe, según sus propias palabras, acude a Frozen Yoghurt, una franquicia de leche fermentada helada de sabores (suena menos sexy al analizar el producto), dos veces por semana. “Los fines de semana, mayoritariamente”. El resto de la dieta de esta residente en la capital de Kenia, Nairobi, se compone de pollo frito (“es simple pollo”) y bebidas carbonatadas.
A ojo -la coquetería le impide desvelar la cifra exacta-, Adaawe debe de pesar más de cien kilos. A su lado, dos gemelos con un corte que recuerda a Tweedledum y Tweedledee, los personajes de Alicia a través del espejo, cierran la escena. Una imagen sacada de la imaginación de Lewis Carroll que cada día es más común en las grandes ciudades del continente africano.

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