La alta carga simbólica de estos comicios contrasta con el escaso porcentaje de escaños en juego, tan solo 45 de los 1.158 del parlamento birmano, formado por dos cámaras.
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Sí que existen elementos que inducen a pensar que el proceso de reforma política es genuino.
Esta vez, y a diferencia de las elecciones de 2010, a los testigos independientes, los observadores de la Unión Europea, Estados Unidos y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, siglas en inglés), se les ha garantizado transparencia en el desarrollo de las votaciones y el recuento.
Si el tirón de Aung San Suu Kyi es evidente, también son manifiestos los condicionantes del sistema parlamentario de esta reforma diseñada desde el régimen militar.
Un 25% de los miembros del parlamento están reservados al estamento militar y las cámaras están dominadas por la oficialista Unión por la Solidaridad y el Desarrollo.
En consecuencia, la voz de la oposición seguirá siendo flagrantemente minoritaria, aunque también es cierto que estar en minoría no significa no poder manifestar la necesidad de una evolución en la política birmana.
Las elecciones de 2010 fueron consideradas un fraude, dado que, además de no poder ser monitorizada de manera efectiva por los observadores independientes, solamente fue autorizada a presentarse la oposición legalizada. Aung San Suu Kyi las boicoteó.
http://www.asiared.com/es/notices/2012/03/birmania-transicion-22-anos-despues-2736.php
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