Entre la esperanza y el escepticismo,el país recuerda el derrocamiento del mandatario que gobernó durante 23 años.
Túnez. Un año después del derrocamiento del presidente tunecino Zine el Abidine Ben Alí, que se cumple hoy, los tunecinos encaran el futuro entre la esperanza de seguir avanzando hacia la democratización y el escepticismo de amplios sectores de la sociedad civil ante una clase política que lidia con la degradada situación económica y social heredada del antiguo régimen.
El actual presidente, Moncef Marzuki, describió Túnez como “una gran construcción” en la que las crisis económica y social suponen “una pesada herencia de la dictadura”.
Y es que, a pesar de haber pasado más de un año desde que el descontento social hiciera saltar la chispa de las revueltas que acabaron con Ben Alí y su régimen, las protestas que exigen mejoras laborales y de nivel de vida no han cesado en las regiones mineras del centro del país, como Gafsa y Sidi Buzid.
Marzuki, elegido tras las primeras elecciones democráticas celebradas el 23 de octubre, subrayó que el gobierno está formado por “una coalición dominada por laicos centristas e islamistas moderados” que basa su trabajo en el consenso, el diálogo y la protección de los derechos humanos y que avanza para crear un “nuevo Túnez”.
No obstante, varias fuerzas opositoras de izquierda comenzaron el año con un diálogo destinado, según ellos, a formar una nueva coalición que pueda convertirse en alternativa.
A estos movimientos políticos se sumaron las críticas contra varias posturas tomadas por el Ejecutivo de Hamadi Yabali, secretario general de Al Nahda, como la decisión de nombrar a los directores de los medios de información estatales y la tardía condena de los excesos de grupos islámicos radicales.
Errores que se suman. El sindicalista Lutfi Aruni cree que los “cada vez más errores del gobierno islamista suben la moral de la sociedad civil, liderada por actores laicos”.
Esta situación ha provocado el descontento de varias activistas defensoras de los derechos de la mujer, como la arquitecta Hela Annabi, que confesó que no participará en las celebraciones de hoy “debido a que los salafistas (rigoristas islámicos) y otros barbudos (en referencia a radicales islámicos) aparecen y se mezclan en toda manifestación”.
Todas las activistas consultadas coinciden en valorar que la democracia y las libertades alcanzadas tras la derrota de Ben Alí son irreversibles, pero se muestran escépticas ante lo que consideran una progresiva imposición de un modelo de sociedad islamizada.
A pesar de este escepticismo y estas críticas, numerosos partidos y organizaciones preparan actividades culturales, exposiciones de fotografía y mucha música en directo, para festejar a lo grande el primer aniversario de la que denominan la “Revolución por la Dignidad y la Libertad”.
Invadirán la avenida Burguiba, un año después de que miles de manifestantes tomaran esta arteria tunecina para pedir la marcha de Ben Alí.
Protestas en Siria
Censura. Miles de personas trataron ayer de salir a la calle en distintos lugares de Siria para manifestar su apoyo al sublevado Ejército Libre Sirio, pocas horas después de que esta milicia llegara a un acuerdo de colaboración con el principal grupo de oposición en el exilio. Cientos de invisibles agentes de los servicios secretos tomaron las calles de Damasco para tratar de impedir cualquier tipo de reunión.
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