martes, 20 de septiembre de 2011

Los medios aplazan a los estudiantes


La prensa monopólica de Chile intoxica la protesta universitaria con recursos insólitos: desde espiar una asamblea hasta correr por izquierda a su líder, Camila Vallejo.
Son una manga de inútiles y subversivos”, explotó de bron­ca este viernes el senador oficialista Carlos Larraín Peña cuando un cronista del diario capitalino El Mercurio le solicitó una opinión sobre los dirigentes que encabezan desde hace meses la lucha estudiantil en su país. Antes, otros altos cuadros del gobierno de Sebastián Piñera y otras firmas editoriales eligieron términos del mismo calibre para referirse a los líderes universitarios que exigen la desprivatización del modelo educativo: “terroristas”, “anarquistas”, “lúmpenes”.
En cambio, el matutino La Tercera optó por cubrir esta semana dicho conflicto social con métodos de crítica más soterrados para los jóvenes. Por ejemplo, infiltró a un periodista en una asamblea de centros de estudiantes y luego entintó sus páginas con un párrafo digno de una novela de espías: “Al interior de la reunión se cuestionó el rol de Vallejo (Camila, número uno en la federación gremial), algo que ya había ocurrido en el acta de la asamblea del 8 de septiembre, a la que tuvo acceso La Tercera. Sus opositores coreaban: ‘Sin dirigentes del barrio alto, sin vocerías faranduleras, se organiza el estudiante Upla, hijo de la clase obrera’”. Paralelamente, la televisión pública trasandina amenizaba el programa matutino de este último sábado impulsando el siguiente debate ciudadano: “¿Está perdiendo fuerza la protesta estudiantil?”. Pero, teniendo en cuenta que los estudiantes chilenos acaban de movilizar 30 mil personas en un acto multipartidario y multisocial, donde convocaron, además, a un paro total para el próximo jueves; nacen, inevitablemente, otras preguntas para los medios trasandinos: ¿no estará perdiendo fuerza el gobierno de Piñera? ¿Por qué tanto ruido uniforme en la agenda periodística estudiantil?
Y a la hora de responder, hay respuestas de distinto tono. La revista satírica The Clinic –prima hermana en contenidos de la porteña Barcelona–, por ejemplo, volvió a burlarse del magnate jefe de Estado con un título catástrofe “Manso cachito (cobarde)” para ilustrar una supuesta confesión de Piñera, que se filtró del palacio La Moneda, ante un asesor personal: “¿Para qué me he metido yo en este baile?”. Y ese signo de debilidad política del primer mandatario se intenta fortalecer, según algunos analistas, con el apoyo de la cadena informativa chilena, una de las más concentradas de la región, además de pertenecer, en una franca excepción sudamericana, a un pool empresarial exento de estar regulado por una ley pública de medios.
“Hoy, como ayer, existe un control monopólico sobre los principales medios de comunicación; tanto impresos (El Mercurio y Copesa), como en radio y televisión. Ello hace que la línea editorial referida a la conflictividad social se uniforme. Las demandas son desmedidas, los estudiantes son intransigentes, las propuestas están ideologizadas”, advierte, en ese sentido, Igor Goicovic Donoso, director del Magíster en Historia de la Universidad de Santiago de Chile y partícipe en las marchas de los indignados chilenos. Además, Donoso estima, en un artículo titulado “La rebelión encapuchada” y publicado en el semanario de izquierda Punto Final, que: “Luego, ante la imposibilidad de invisibilizar la protesta, se instala en los medios el discurso homogeneizador en torno a las formas correctas de movilizarse. Lo lúdico, lo festivo, lo carnavalesco. Y, de la misma manera, se encuadra el sentido de la manifestación: que sea autorizada, que se desarrolle donde las autoridades quieren, que programáticamente se ajuste a lo que el sistema puede ofrecer y que se auto-regule en su trayectoria y desarrollo”.
Increíblemente, la celosa actitud de los medios chilenos recuerda la trama de la novela Ciencias Morales, del escritor argentino Martín Kohan, donde la lupa está puesta en la sombría cotidianeidad del Colegio Nacional de Buenos Aires en tiempos de dictadura. En Ciencias Morales, una preceptora sobrepasa las normas del Director –un ex agente de la represión– y decide vigilar a los estudiantes varones hasta en su propio baño. En realidad, con tamaña sobreactuación, ¿no estarán perdiendo fuerza los medios chilenos?.


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