Este lunes varios sismos sacudieron con fuerza la ciudad neozelandesa de Christchurch, donde unas diez personas resultaron heridas y donde la población revivió el pánico del temblor que hace cuatro meses causó 181 muertos.
Fuentes policiales indicaron que al menos diez personas sufrieron heridas, aunque "ninguna de carácter grave" y que entre estas no figuraban personas de nacionalidad extranjera.
La fuente policial agregó que a pesar de que los movimientos telúricos no han sido letales, como los del terremoto del pasado febrero, "varios edificios han sido destruidos y carreteras han quedado dañadas" por el surgimiento de agua o arena del subsuelo.
Los temblores también dejaron a unas 20.000 viviendas y negocios sin electricidad ni calefacción cuando el país atraviesa el invierno austral.
Otros residentes de Christchurch, una ciudad en la que residen unas 380.000 personas, afrontarán cortes del suministro de agua y falta de señal de telefonía, según la cadena de televisión TVNZ.
Las autoridades neozelandesas ordenaron suspender las clases también mañana en las escuelas del centro de la ciudad para poder evaluar los daños en la infraestructura causados por los temblores.
Christchurch revivió el pánico poco después del mediodía con un fuerte temblor de 5,5 grados en la escala abierta de Richter, que, según el organismo neozelandés GNS Science, tuvo su epicentro a 11 kilómetros de profundidad y a 10 kilómetros al sureste de esta ciudad.
Miles de habitantes a huyeron de sus casas y otros edificios tras el primer sismo, al que siguieron otras cinco réplicas en un lapso de menos de tres horas, la más fuerte de ellas de 6,0 grados, con epicentro a unos diez kilómetros al sureste de Christchurch y a una profundidad de 9 kilómetros.
El primer temblor causó el derrumbe de la iglesia de Saint Johns, situada en el centro de la ciudad y de entre los escombros fueron rescatadas dos personas que únicamente sufrieron rasguños.
Otras personas resultaron heridas por el impacto de cascotes que se desprendieron de algunos edificios o el desplome de tabiques en diversas edificaciones.
"El mayor revés es a la confianza de la gente" , dijo Key, en alusión al recuerdo del terremoto del 22 de febrero pasado, en el que murieron 181 personas, entre ellas numerosos extranjeros. A raíz de ese terremoto, unas 10.000 viviendas y un millar de edificios comerciales tuvieron que ser demolidos.
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