jueves, 16 de diciembre de 2010

Wikiescándalo: los “periodistas cautivos” y la dictadura militar

Un cable desclasificado por el Departamento de Estado de EE.UU. revela la relación de Joaquín Morales Solá con la Embajada y el represor Jorge Rafael Videla.
Por Carlos Romero
¿Qué hace que un “secreto a voces” se vuelva una certeza?
Por estos días, con las revelaciones del sitio WikiLeaks, la respuesta parece simple: la evidencia. Las pruebas. O, en este caso, los cables.

Gracias a los documentos propalados por la criatura de Julian Assange, mucho de lo que siempre se rumoreó sobre la diplomacia norteamericana quedó confirmado con ese estilo entre simple y brutal de los memos diplomáticos.

Quizá por eso, en la Argentina WikiLeaks no sólo les quita el sueño a los políticos y empresarios que visitaron la embajada de los Estados Unidos para hacer las veces de confidentes o, en algunos casos, de solícitos “alcahuetes”.
Las filtraciones de Assange también preocupan a la primera línea de la prensa local, en especial después de que uno de los cables girados al Departamento de Estado en Washington hiciera referencia a “un grupo cautivo de periodistas argentinos”.
Desde ese día, en algunos medios sienten pánico de que el nombre de algunas de sus plumas aparezca en los papers de la embajada.
Hasta el momento, no se dieron a conocer identidades, pero algunos colegas, como en los casos de Martín Granovsky o Pepe Eliaschev, salieron a explicar lo obvio: que no todo aquel que mantiene trato con la diplomacia del país del norte se vuelve por eso una suerte de doble agente, que opera contra los intereses locales. De ser así, los medios deberían renunciar a toda fuente diplomática.
Pero otros periodistas, cuyos nombres sí figuran en los cables diplomáticos, prefirieron el silencio. Saben que, en ocasiones, hay aclaraciones que oscurecen.
El columnista de La Nación Joaquín Morales Solá es uno de esos casos. Veintitrés publica por primera vez un cable de la embajada que lo menciona como un interlocutor activo de la diplomacia norteamericana. Y no sólo eso: el texto también le adjudica vínculos estrechos con quien encabezara la represión más sangrienta que recuerde la Argentina, el genocida Jorge Rafael Videla.

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