El descontento de los trabajadores europeos se vuelca en convocatorias a huelgas generales que paralizan las principales ciudades del viejo continente. Ayer le tocó el turno a Portugal, donde la Confederación General de Trabajadores lusos (CGTP) aseguró que la huelga general tuvo una gran adhesión, mientras desde el gobierno conservador advirtieron que el paro no soluciona los problemas del país. Sin aportar datos concretos, el secretario general de la CGTP, Armenio Carlos, mostró su satisfacción por la medida de fuerza –la tercera en dieciséis meses– y destacó que estas acciones sirven para incomodar a los poderes instituidos y poner el dedo en la llaga. En un discurso al término de una manifestación en Lisboa de respaldo a la huelga, el sindicalista repudió el aumento de la precariedad laboral. Según los cálculos de Carlos, el 23 por ciento del total de los trabajadores se encuentra en esa situación, superados sólo por Polonia y España.
El Ejecutivo conservador de Portugal cumplió su promesa de no dar datos de la adhesión al paro, aunque anunció que a finales de mes divulgará un balance. No obstante, el secretario de Estado de la Presidencia del Consejo de Ministros luso, Luis Marques Guedes, comentó que la huelga general resolverá poco en lo que se refiere a los problemas del país, que atraviesa una grave crisis económica y se encuentra sujeto a los compromisos de su rescate financiero. “La sensación que tenemos es que la aplastante mayoría de los portugueses tiene exactamente también esa idea”, agregó. El primer ministro, Pedro Passos Coelho, se refirió también al paro, aunque evitó comentar su repercusión, durante una visita a Oporto en la que fue abucheado por algunos manifestantes. “La huelga es un derecho que está constitucionalmente consagrado y las manifestaciones también. Por tanto, tiene que respetarse. Es una actitud de civismo y de espíritu democrático. No puede ser de otra manera”, declaró.
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