Estados Unidos aumentó la presión para que el mandatario de 82 años dé un paso al costado y se forme un gobierno de transición. Pero el onceavo día de protestas pasó sin que Hosni Mubarak renunciara, como le exigen.
Ayer no fue el día de la partida. A pesar de que cientos de miles de egipcios se manifestaron en las principales ciudades del país, el presidente Hosni Mubarak no renunció, como reclamaba la oposición. Los manifestantes llamaron a nuevas movilizaciones para exigir la salida del mandatario que hace 30 años ocupa el poder. Por su parte, el presidente Barack Obama llamó a las autoridades egipcias a escuchar el reclamo de la sociedad, pero mientras tanto la Casa Blanca negocia la salida del veterano líder.
Mubarak se convirtió poco a poco en un socio molesto para los Estados Unidos. Así lo prueban las conversaciones que la administración Obama estaría entablando con algunos funcionarios del tambaleante gabinete del gobernante de 82 años. Según publicó el diario The New York Times, la Casa Blanca habría diseñado un plan para que Mubarak deje el poder en manos de un gobierno de transición encabezado por el actual vicepresidente egipcio, Omar Suleiman. De acuerdo con la publicación estadounidense, Washington estaría tratando de ganar el apoyo del poderoso ejército egipcio, mientras Mubarak se mantiene firme en lo que dijo en el discurso del martes: que no se irá de suelo egipcio y que gobernará hasta septiembre, cuando se realicen las elecciones. Entre los interlocutores de la Casa Blanca estarían el jefe de las fuerzas armadas, Sami Enan, y el ministro de Defensa, Mohamed Tantawi, que ayer estuvo en la céntrica Plaza Tahrir y fue aclamado por un sector de los manifestantes.
Obama no confirmó estas tratativas pero sí volvió a aconsejar al presidente egipcio para evitar que las protestas sigan en aumento. “Mubarak tiene que consultar con su gobierno. Tiene que escuchar lo que le está diciendo el pueblo egipcio y tomar una decisión sobre un camino hacia adelante, que sea ordenado pero que sea significativo y serio”, dijo el mandatario estadounidense en una rueda de prensa. Cuando se le preguntó al jefe de la Casa Blanca si pensaba que Mubarak debía renunciar, optó por una frase evasiva. Respondió que el único que podía determinar su futuro era el propio Egipto y no la comunidad internacional. Pero remarcó que Washington esperaba que el régimen egipcio cumpla con las reformas que prometió y que deben profundizar la democratización del país norafricano. “Lo único que va a funcionar es avanzar hacia un proceso de transición ordenada que empiece ahora mismo”, volvió a pedir.
En la misma conferencia, Obama tuvo tiempo para definir al gobernante egipcio que, días atrás, había dicho que no contempla otra opción que morir en ese suelo. “Es orgulloso pero también es un patriota”, lo catalogó. “Mi esperanza es que acabe tomando la decisión correcta”, concluyó. Por su parte, el vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs, respondió a Mubarak, quien había afirmado que la única opción para Egipto era él o el caos. “Hay medidas que él y el vicepresidente podrían adoptar para avanzar hacia un cambio real, que podría reducir la inestabilidad y evitar que el país caiga en el caos que él describe”, afirmó el portavoz.
Desde El Cairo, quien tomó la palabra fue el recientemente designado primer ministro, Ahmed Shafiq. El premier negó que Suleiman, el ex jefe de los espías egipcios, sea quien vaya a hacerse cargo del gobierno. “El presidente dijo que dejará el trabajo en septiembre y hay varios meses de tareas legislativas por delante”, manifestó el político que anteayer había pedido disculpas por la represión a los manifestantes. “Yo veo que la presidencia de Mubarak es una fuente de tranquilidad. Necesitamos al presidente por razones legislativas”, justificó. “No creo que el presidente, después de 30 años de labor y de servicio público, deje su puesto. Cinco meses más no marcan la diferencia”, completó.
Para miles de egipcios, esos cinco meses sí hacen la diferencia. Ayer cientos de miles de ciudadanos ocuparon las calles de las principales ciudades de Egipto para demandar que Mubarak renuncie. Bautizaron la jornada como el “Día de la Partida” pero los que volvieron a sus casas no pudieron llevarse esa victoria. Todavía Mubarak sigue en el poder.
Una multitud se concentró en la Plaza Tahrir. La protesta fue mayoritariamente pacífica, después de que los dos días anteriores el centro de la capital egipcia se convirtiera literalmente en un campo de batalla, que presenció los enfrentamientos entre quienes piden la salida de Mubarak y quienes lo apoyan, incluidos los efectivos de la policía secreta. Según la cadena Al Jazeera, ayer sólo hubo unos 2000 partidarios de Mubarak en las inmediaciones de la plaza, pero, más allá de algunos encontronazos, nada pasó a mayores. El ejército estuvo controlando los accesos a la plaza y lo mismo hicieron los manifestantes para evitar que se filtrara algún policía o agente de los servicios que quisiera generar violencia.
Las manifestaciones comenzaron después de la oración de los viernes y se mantenían al cierre de esta edición, desafiando el toque de queda impuesto desde las 7 de la tarde hasta las 6 de la mañana de hoy. A pesar de llevar once días, la movilización social no cayó. En Alejandría (norte), la gente tomó las calles para gritar: “Abajo Mubarak. Abajo el régimen”. Los organizadores convocaron a nuevas marchas para la semana que viene y se supone que se mantendrá la vigilia en la Plaza Tahrir.
Según la última información difundida por el Ministerio de Sanidad, habría once muertos y 5000 heridos desde el miércoles hasta la fecha, aunque las informaciones no oficiales elevan mucho más la cifra. Después de un jueves marcado por el secuestro de periodistas y las agresiones a los corresponsales extranjeros, muchos reporteros abandonaron ayer el país y otros sufrieron algunas intimidaciones. Temprano, les habían retirado los pasaportes en la Plaza Tahrir y tuvo que interceder el ministro Tantawi para que se los devolvieran.
Los abogados y activistas de derechos humanos que fueron secuestrados el jueves a la tarde siguen desaparecidos. Entre los detenidos ilegalmente, estaba un investigador de Human Rights Watch y dos de Amnistía Internacional. Según denunciaron las dos organizaciones, testigos vieron cómo los militantes eran trasladados en vehículos militares.
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