sábado, 4 de diciembre de 2010

Mala praxis

Ayer se realizó un "escrache" a dos acusados de aplicar técnicas psicológicas contra presos de la dictadura en el Penal de Libertad.
La convocatoria de Plenaria Memoria y Justicia invitaba a escrachar a Marcelino Dolcey Brito Puig a su casa, en José E Rodó 2106. Unas cuadras antes, en el 1824, la marcha se detuvo en el consultorio del psiquiatra Martín Gutiérrez Oyhamburo, asesor de Brito que actuó en el penal de Punta Rieles. Según los datos recabados por Plenaria fue encargado de personal del Grupo Casino y docente en la Universidad Católica. “Fingía ser un ‘devoto amigo de los presos’. Manipuló test psicológicos y entrevistas para ‘precisar dónde y hasta qué profundidad sangra la psiquis’”, se informó por un altavoz.
En mayo, el psicólogo declaró ante la Justicia en el marco de la causa que investiga si la muerte de Horacio Ramos en el penal de Libertad fue suicidio y, eventualmente, si éste fue inducido. Brito reconoció haber trabajado en el penal durante nueve años, pero negó las acusaciones, indicaron fuentes del caso.
“Tenían un sistema; tomaban a los compañeros como conejillos de Indias, por ejemplo, con el Calmansial. Conozco los efectos secundarios, daba dolores terribles. De repente quedaban duros, como congelados”, señaló a Radio Uruguay Néstor Peralta, compañero de sector de Ramos. Afirmó que “no se suicidó” y que “minutos antes” estuvo con él. “Estaba repartiendo cubiertos en la planchada [corredor entre las celdas]. Almorzamos, luego prenden los parlantes y entre otras guarangadas anuncian que lo habían encontrado muerto en la celda del calabozo”, lugar donde los mantenían incomunicados por tiempo indefinido, relató. Wilson Ferreira Aldunate individualizó a Brito como un “espía” de la dictadura uruguaya en Buenos Aires,en la comisión investigadora del Parlamento sobre el asesinato de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz en esa ciudad, en 1976. Denunció que “acudía cada quincena a la rueda del [café] Tortoni”, en la capital argentina. Allí Gutiérrez recibía y escuchaba a uruguayos exiliados. Presentó a Brito como “el destructor sistemático de la personalidad de los presos”, según la versión taquigráfica de junio de 1985



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